domingo, 9 de enero de 2011

Angustias del perseguido

Por Martín Lojo
Para adn  Publicado 7/01/2011

En su segunda novela, Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974)confirma su capacidad para escapar a los lugares comunes de las disputas estéticas actuales. Sus relatos no tienen la impronta de la literatura "experimental" que rompe una y otra vez esquemas narrativos ya quebrados ni son intentos de "narrar una buena historia".

Con una prosa austera, Havilio crea un estilo personal, en el que los cambios de los personajes surgen de las acciones que les impone el contexto, sin que ningún suceso ocupe el centro del relato y se transforme en un momento de iluminación. Ni la llana habilidad de un relato "bien escrito" ni novelas de narradores "esclarecidos". El discurrir de la trama y las intrigas y tensiones no resueltas fascinan por su propio movimiento.

En Open Door (2006), Havilio narraba el pasaje de la ciudad al campo de una joven estudiante de veterinaria. Luego de la desaparición de su amante, la narradora se trasladaba a Open Door y comenzaba una convivencia muda con un granjero rústico. La quietud perturbadora de la vida pueblerina adquiría frenesí con la aparición de Eloísa, una adolescente en ebullición con la que la narradora mantenía intensos arrebatos eróticos. La narradora, apenas activa, se asimilaba paulatinamente a ese mundo extraño. Sin algo de la bella morosidad de aquella novela pero con mayor precisión narrativa, Estocolmo narra el regreso a Chile de René, un hombre homosexual de cincuenta años que quedó varado en Suecia en su adolescencia, cuando viajó a una asamblea de las Juventudes Socialistas y fue sorprendido por el golpe de 1973. Su vida en el exilio transcurrió entre su trabajo en la Cruz Roja, algún amante y el encuentro con Boris, un joven serbio, violento y drogadicto con el que mantiene una relación masoquista. Luego de treinta años, René vuelve a Chile, perseguido por la sombra de Boris, a quien denunció por participar en un delito y que lo amenaza con "arrancarle los ojos de la cara".

El regreso a su tierra permite el despliegue de los miedos de René (a volar, al reencuentro con su madre, a que Boris lo encuentre) y sobre todo de la angustia. Paradójicamente, Estocolmo es una novela psicológica porque carece de psicología. No hay personajes autoanalizados ni narradores que los analicen. René, como la narradora de Open Door , es un personaje pasivo, complejo pero casi inexpresivo, de "grado cero" como el Mersault de Camus (en algún momento de Estocolmo se dejan oír "tres golpes en las puertas de la desgracia"). En su viaje a Chile, los síntomas de su angustia se suceden, pero no abren las respuestas de su inconsciente sino que estallan en la superficie, como una pregunta. El remolino agitado de un vaso de piscola le produce una hipnosis que lo excita, sin devolverle la causa de su excitación; una antigua melodía lo captura como si cifrase "algún mensaje secreto"; los relojes de una vidriera atiborrada le producen "una pesadilla de fiebre alta" y lo cautivan con una "mezcla de banalidad y epifanía". A cada paso, los objetos y las situaciones le proveen signos ocultos, una aparente respuesta a su asfixia, pero él nunca atraviesa esas señales. Sólo aparecen para sugerir un sentido nunca explícito. La insinuación de que "algo pasa" es la fuerza que hace que René avance, se quiebre, se recomponga, resista.

Havilio no reconstruye el sentido de una subjetividad sino que sigue paso a paso la pura acción que generan los conflictos de sus personajes para producir una deriva narrativa. Allí reside la originalidad de su escritura.