sábado, 8 de diciembre de 2012

Finitud, conocimiento y jólivud


Aquí la reseña que Virginia Cosin escribió para Revista Ñ del 17/11/2012


Paraísos es la tercera novela de Iosi Havilio y la segunda de una serie que se inicia con Opendoor . Allí encontrábamos a una mujer, cuyo nombre no se devela nunca, estudiante de veterinaria, que se dejaba llevar por algunos acontecimientos extraños, hasta un pueblo en el que existía una colonia psiquiátrica y donde terminaba instalándose para comenzar una nueva vida. Nada se nos decía de su pasado y nada sabríamos acerca de su futuro. Una de las cosas que más llamó la atención de este debut literario fue el carácter displicente de su protagonista, cuyos móviles quedaban ocultos bajo el velo del lenguaje, afincado en el cepo del presente. El efecto resultaba inquietante y el lector quedaba atrapado en la trama.
Paraísos empieza un tiempo después de que termina Opendoor y retoma el mismo laconismo, la misma cadencia, y continúa desarrollándose detrás del mismo velo. Su protagonista continuará resultándonos extraña, pero no será la misma que antes.
Una pregunta sobrevuela el texto, que va regando a lo largo de su desarrollo algunas pistas: ¿Por qué “Paraísos”? Paraísos son los árboles con los que ella se cruza camino al que será su trabajo una vez que se haya instalado nuevamente en la ciudad y sus frutos, prohibidos. Como Adán en el relato bíblico al transgredir la orden de Dios, Simón –el niño que acaba de nacer al final del primer libro y ya es un niño de cuatro años en el segundo– corre riesgo de morir al comer los “venenitos”.
En el libro del Génesis se lee: “Y ordenó el Eterno Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del jardín podrás comer; mas del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás; porque en el día que comas de él, morirás”. Simón no muere. Y Adán tampoco. No en ese momento. Pero toma conciencia. ¿Qué es lo que sabe, después de probar –conocer, saborear– la fruta? Precisamente: que es finito. La lógica del tiempo edénico se quiebra para dar paso al tiempo histórico y esa misma muesca se imprime en Paraísos , desde el momento en que el niño come un frutito que no debe y su madre, hasta ese momento entregada a los avatares del destino como si fueran designios inmanejables, sin sentirse jamás impelida a tomar una decisión, actuando sólo por impulsos, dejándose arrastrar por las circunstancias o los otros, se transforma. “Qué es esto que me recorre el cuerpo, esto nuevo que nunca sentí”, se pregunta ella, al borde de la cama de su hijo que vuela de fiebre. Si el paraíso es no saber, entonces la protagonista que hasta ahora –y desde Opendoor – nunca siente o nunca dice sentir nada, es por fin expulsada a la vida.
Además de árboles y frutos, en Paraísos también hay animales de muchas especies diferentes conviviendo en un mismo espacio –aunque acá estén separados entre sí y de la gente por rejas y no, como allá, sueltos– y, entre ellos, serpientes. Están las serpientes que habitan el reptilario, el sector que le es designado a la protagonista dentro de su labor en el zoológico, están las serpientes que ella dibuja, que copia de un libro que encontró tirado en la calle, está el dibujo de la serpiente que cierra el último capítulo del libro y está esa otra serpiente, encarnada por la figura de Eloísa –también partenaire de la protagonista en Opendoor – que la tienta a transgredir la ley.
Como en una buena superproducción de Hollywood, Paraísos deja la puerta abierta a una nueva entrega de la serie. El gran desafío de su autor consiste en continuar construyendo una voz original sin plegarse a fórmulas ya probadas.

sábado, 1 de diciembre de 2012

En el aire


Macarena Moraña habla sobre Paraísos en Radio Sur FM 88.3 y cita a Rilke para ilustrar el espíritu de la novela: 


“Solo el individuo que está solo está puesto como una cosa bajo las leyes profundas. Y cuando alguien sale en la mañana que comienza o mira hacia la noche que está llena de acontecer, y cuando siente lo que ocurre allí, desaparece de él todo estado, como de un muerto, aunque está en medio de pura vida.”



viernes, 23 de noviembre de 2012

Ciudad y ficción


Por Ezequiel Barbosa Vera para Revista Tónica

Paraísos es la última novela de Iosi Havilio, autor de las notables Opendoor y Estocolmo publicadas en 2006 y 2010 respectivamente.
En su nuevo libro, Havilio responde a cómo narrar sin incluir circunstancias extraordinarias: Paraísos da cuenta de una experiencia urbana y social que demuele las nociones literarias de lo excéntrico y define otras coordenadas para la narración.
La novela retoma la historia de la protagonista sin nombre de Opendoor. Después de haber convivido durante cuatro años con su pareja y haber concebido al pequeño Simón, la eventual muerte de Jaime y un insólito desalojo judicial de su propiedad la obligan a marcharse de Opendoor para regresar a la ciudad que la había visto partir. Como si se tratase de un territorio virgen por descubrir, la joven madre se instala en un edificio tomado y comienza a trabajar en el zoológico casi sin proponérselo, actuando con la misma tranquila inercia que la guió a lo largo de la novela anterior. La reaparición de Eloísa, la adolescente explosiva y volátil que ya la había tentado durante su vida rural, interrumpe la aparente monotonía de su quehacer cotidiano y le pone delante la promesa de un futuro incierto pero difícil desaforadas, personajes exóticos o hechos de ignorar.
Paraísos funciona como un brillante negativo de Opendoor. La voz de la narradora, extranjera y emocionalmente amortiguada, incorpora la ciudad y la hace presente desde lo ajeno de su percepción, “observaba el conjunto sin escandalizarse, como se aceptan los sueños” comenta acerca de su hijo, aunque también puede ser leído como una descripción de su propia mirada. No expresa nostalgia ni recuerdos, tan sólo un mundo de ambientes que se construye palabra a palabra y que devuelve una extraña sensación de cercanía temporal y geográfica. Microdetalles y situaciones mínimas erigen entornos precisos y variados como los tenedores libres, el zoológico populoso o el ecosistema para nada sobrecargado del Buti, el edificio tomado.
No hay lugar para pensar en elementos marginales: la integración permanente y la cercanía de pasos mediante los que la protagonista se desplaza por la ciudad desbarata cualquier concepción simplista de centro y periferia. Havilio no opta por el mito aireano, sino que produce un mecanismo personal de la extrañeza y la ficción. No hay forzamiento, hay literatura. No sería un despropósito ni una obviedad afirmar que en el campo literario argentino contemporáneo Paraísos es principalmente una novela verosímil y casi perfecta. 

martes, 13 de noviembre de 2012

Zoológico urbano


Por Javier Mattio para La Voz del Interior, 4 de Octubre de 2012


Aunque se presente como una "continuación" de Opendoor, su prometedora primera novela, Paraísos carga de aquella sólo la anécdota de tomar su final y uno de sus personajes como punto de partida. El resto se parece mucho más a Estocolmo, segundo libro del autor porteño en que la contención de Opendoor se abría a un sin fin desencadenado de peripecias internacionales regidas por un palpable y existencial malestar.

Pero en Paraísos lo que destaca es una especie de grado cero de intensidad narrativa, que sume a su usual desfile de situaciones grotescas (en este caso urbanas, ya que todo transcurre en un desdibujada Buenos Aires) bajo una suerte de ánimo fantasmal de época, ya sin aturdimientos o vértigos incómodos.

La historia comienza con la muerte de Jaime, el dueño la chacra con el que la narradora convivía desde el final de Opendoor, del que póstumamente descubre que no era el verdadero propietario del campo. El desalojo no se hará esperar, y la muchacha parte con su pequeño hijo Simón hacia la capital en un tránsito campo-ciudad que revierte al de Opendoor . Allí se hospeda en la habitación de una sórdida pensión y consigue trabajo en el reptilario de un zoológico, y de ambos submundos emergerá una serie de personajes entre grotescos, deprimentes y graciosos que rodearán a la descriptiva y sonámbula protagonista.

Si bien la extensión de Paraísos (350 páginas) atenta contra el continuum ocurrente pero monótono de Havilio, la novela prueba que su autor sigue siendo uno de los más "contemporáneos" de su generación, al menos por el retrato agudo de una pos-ciudad en la que prolifera el extrañamiento constante de situaciones fragmentarias y sin sentido, a veces asquerosas, otras absurdas, otros incomprensibles, pero todas reconocibles. En ese sentido, Paraísos sea tal vez la novela más “satírica” del  autor hasta el momento, más que nada por su capacidad para unir humor y observación, y eso sin ser "sociológica": su impulso sigue siendo el de la ficción pura, fabuladora.

Es fallida, sin embargo la alusión a un nivel simbólico y "metanarrativo" de la novela, en un dibujo de serpientes que la protagonista encuentra y que comienza a inmiscuirse en sus sueños y del que va recogiendo pistas al pasar: en una fusión más ideal, ese choque de registros hubiera generado un "paraíso" menos apaisado y tal vez mucho más cautivante. 


lunes, 5 de noviembre de 2012

Sobre la desmesura y la apatía



Alejandro Armentía reseña Paraísos para El Taller Cultural


En Paraísos, Iosi Havilio da continuidad a un tono, un procedimiento narrativo y una historia que hace unos años ya había determinado el éxito deOpendoor, su primera novela publicada en 2006 que recibió, entre otros, los honores de Beatriz Sarlo.
Narrada en primera persona, Paraísos cuenta, a través de 36 breves y llevaderos capítulos, la historia de una joven que queda viuda y, al ser desalojada de su casa en la que vivía junto con su pequeño hijo Simón en Opendoor, decide mudarse a la capital.
Allí la protagonista, de la cual no sabremos su identidad, recomienza su vida a través de un azaroso peregrinar: consigue trabajo en el reptilario del zoológico; se aloja en un edificio tomado -el Buti- regenteado por dealers, travestis y Tosca, un singular personaje que padece de cáncer y tiene un hijo deforme. Todo esto sin mayores sobresaltos, sin pasiones o emociones y sin ambiciones, expresado en la voz de un narrador indiferente ante los acontecimientos mundanos y también ante los excepcionales: “Me siento un fantasma”, dice.
La inexpresiva joven, sumida por momentos en reflexiones inconclusas, mantiene una pasiva relación con el mundo que es interrumpida a partir de los encuentros con la irreverente Eloísa, un personaje más enigmático que certero con quien tiene un pasado compartido en Opendoor, y con el que mantiene una relación ambigua.
La protagonista -con más apatía que consciente complicidad- se sumerge en estados lisérgicos a base de alcohol y marihuana, llevada por la incontenible personalidad de su amiga, que la empuja a cometer todo tipo de desmesuras.
Paraísos -tercera novela de Havilio- es una historia en tránsito: desde la ruralidad de Open Door a los márgenes de una ciudad selvática que, desde la mirada del narrador, está habitada por árboles y animales, más que por edificios y personas. La joven protagonista, ex estudiante veterinaria, repasa cada noche un libro del zoólogo Albertus Seba y dedica su insomnio a calcar una serpiente, o se detiene a contemplar el reptilario del zoológico donde trabaja, o es acompañada por Canetti, que le describe los árboles que visten la ciudad. Pero entre los catálogos de animales y plantas, en Paraísos lo que asoma, en paralelo, es un gran bestiario de personajes solitarios y desdichados.
Iosi Havilio parece consolidar un estilo original que, con sutiles reminiscencias arltianas, se nutre de la otredad que habita en los márgenes de la urbe. Con un tono gris pero directo, el autor recupera las manifestaciones de un espíritu costumbrista teñido por los tiempos actuales.

lunes, 29 de octubre de 2012

Supervivientes


Entrevista para Eterna Cadencia por Patricio Zunini


En 2007, un desconocido de nombre raro publicaba una primera novela y provocaba cierto tumulto en el mundillo literario argentino. Opendoor de Iosi Havilio se mencionaba como una contraseña entre lectores. El autor, sin embargo, lejos de reclamar en aquellos minutos de fama un reconocimiento excesivo, mantenía un perfil bajo llamativo: pocas entrevistas, pocas presentaciones, se mostraba gentilmente desapegado de los elogios continuos de público y prensa.
Opendoor narraba la historia de una joven estudiante de veterinaria que viajaba a un campo cercano a la colonia psiquiátrica de Open Door para diagnosticar un caballo viejo y, al rodearse de personas tan particulares como ella, descubría allí su lugar en el mundo. Su terreno de supervivencia.
Cuando hubiera sido esperable una secuela de Opendoor, Havilio sorprendió con Estocolmo, una novela muy diferente, más extensa y con un lenguaje trabajado, en la que el protagonista era un chileno exiliado que regresaba a Santiago arrastrando sus fantasmas familiares. Pero, como si jugara a provocar desde lo imprevisto, Iosi Havilio regresa en su tercera novela a los personajes de la primera.
Los cinco años que separan Opendoor de Paraísos son los cinco años que separan a la protagonista que se fue de la que vuelve. La novela comienza con la muerte de su pareja, la obligación de abandonar el campo y el regreso a la ciudad. En el mundo urbano y hostil, ella y su pequeño hijo, deben encontrar en su perfil animal la clave para alcanzar un refugio.

—Siento que esta novela —dice Havilio—, al igual que Opendoor y Estocolmo, es cien por ciento autobiográfica en tanto que hay una búsqueda perceptiva que fui encontrando como forma de supervivencia y que contagio a mis narradores.
En esta entrevista, Iosi Havilio habla de su nueva novela, de cómo evita tomarse en serio la literatura y de la manera en que aborda la política desde la ficción.

Los paraísos de la novela están cargados de violencia.

—Quizás lo violento es el modo en que se dan los lazos entre unos y otros. En este espacio urbano, llamémoslo así, lo violento se vuelve más evidente, menos romántico, menos solapado que en el mundo del campo. Pero es la epidermis de otra cosa: siempre voy a rescatar lo que hay detrás de esa violencia aparente, que es la pulsión de supervivencia.

Es el tema de tus novelas. ¿Por qué la persistencia en el tema de la supervivencia?

—Pero son dos temas. Ese va de la mano con el que lo vuelve un libro y tiene que ver con encontrar un ámbito de búsqueda de esa supervivencia a través del relato. Esa es la clave: encontrar cuántos relatos posibles hay en las supervivencias posibles.

El paraíso del título es un árbol, pero ese árbol tiene unos frutos tóxicos: es como decir que el veneno está dentro del Paraíso.

—Es algo muy bonito. Cuando lo descubrí me dije que era demasiado lindo como imagen. En el mundo y los paraísos que contienen su propio veneno se juntan en la narración que los une. Este libro está plagado de animales. Voy a ser evidente: enjaulados y no. Efectivamente todos son más o menos salvajes, más o menos decadentes, más o menos honestos. En esa más o menos honestidad dentro de la animalidad hay algo paradisíaco, sin duda. Ahora que lo pienso, que ese árbol que tiene unos venenitos colgando que si los comés te pueden dejar postrado se llame así, tiene también algo de honesto.

Paraísos tiene su antecedente en Opendoor, pero resiste una lectura autónoma.

—Sin duda, aunque no me lo propuse. Sucede que hay en ella una idea que no reclama dar cuenta del pasado. Su característica es la de ir hacia delante y —esto que ya se ha comentado mucho—dejarse llevar. Lo interesante es que hace poco estuve fuera de Argentina hablando sobre Opendoor con gente que lo leía por primera vez y me volvían a hablar sobre dejarse llevar. Yo creía con desgano que otra vez iba a responder lo mismo, pero me sorprendí pensando que había algo más y creo que ese algo más lo descubrí justamente en la escritura de Paraísos. Ese dejarse llevar y aparentemente no tomar decisiones tiene un lado estratégico en su vida, en la visión de mundo. Hay muchas decisiones que ella toma sobre las que no habla, pero elige contar sobre las que no tiene decisión.

Llama la atención que la protagonista no sepa cómo tomar una pregunta, un comentario o una frase que termina con puntos suspensivos: ¿le cuesta interpretar al otro o no le interesa? ¿Es una actitud defensiva?

—En su mirada hay cierta soberbia en su mirada. Está buena, es una soberbia positiva. Va en el sentido de supervivencia el hacerse de una armadura. Tal vez haya algo en donde le conviene poner el límite a la percepción. No como comodidad, sino como una coraza que limita hasta dónde explorar el mundo. Esa estrategia es la que creo adivinarle; el dominio del relato nunca es total.

¿Cómo cambia la chica que sale de viaje en Opendoor y regresa en Paraísos?

—En Opendoor tenía un idea de composición y el espacio gigantesco con un loquero al lado era de gran importancia. A medida que fui trabajando Paraísos aparecieron los árboles, los animales del zoológico, el costado salvaje. Allá estaba el mundo de los locos, el mundo animal estaba acá. En Opendoor ella sale sola y en Paraísos vuelve con un hijo. Sin duda, el carácter más animal del mundo animal es la crianza. Es otro viaje. La ciudad no es importante, pero es el viaje de la crianza. Que es de lo que menos se habla, pero es lo que motoriza todo.



El resto por acá.

sábado, 27 de octubre de 2012

Singular


Nicolás Vilela lee la contratapa de Paraísos y escribe una crítica para Inrockuptibles, 9/2012

En la última escena de Opendoor, novela de debut de Iosi Havilio, la narradora y su amiga-amante Eloísa se besaban contra el tronco de un ombú, mientras Jaime, un viejo chacarero con quien la narradora acababa de tener a su hijo Simón, se perdía en un misterioso set de filmación junto con un par de niños, Simón incluido. Paraísos, tercera novela de Havilio funciona como epílogo de esta historia, pues los personajes se repiten, y a la vez abre una dirección distinta, básicamente en cuanto el paisaje urbano se vuelve principal. Tras la muerte de Jaime en un confuso accidente, se descubre que la chacra no era suya y el dueño decide venderle las tierras a un club de campo. La narradora y Simón, entonces, viajan a Buenos Aires, donde sucede el resto de la peripecia.

Pero Paraísos no repone solamente los personajes de Opendoor sino también varios de sus rasgos compositivos: el tono neutro para contar tanto lo banal como lo extraordinario, el carácter narrativo de la prosa junto con sus déficits descriptivos, la oralización de los tiempos verbales en los pasajes repentinos de pasado a presente, el estilo ágil, la falta de profundidad psicológica, las elipsis. El asunto es que, auspiciosas en algunos casos para un primer libro, estas variables pierden eficacia y sorpresa al ser replicadas, especialmente en la medida en que se trata de una novela de casi el doble de extensión. El ámbito reconocible y urbano, que marca una diferencia con Opendoor, tampoco aporta demasiada novedad. En la Buenos Aires de Paraísos aparecen indignaciones ante la concentración del subte en hora pico, una escena de inseguridad, un vendedor de droga en una casa tomada, comentarios sobre el calor del verano, reproducciones miméticas de mensajes de texto, todo lo cual parece más propio de la agenda massmediática que de un mundo narrativo singularizado. 



Sigue acá.

martes, 23 de octubre de 2012

La culebra


Aquí el texto que leí en la presentación de Paraísos.


Cruzar el desierto así descalzo
No es la mejor opción
Aconsejan usar botas de caña larga
Y jeans de tela cruda
Por las dudas y las culebras
Aconsejan llevar agua, brújula, antídotos
Y anteojos oscuros
Por la luz mala  
Que te encandila y te ciega de pronto
Recomiendan también no alejarse del sendero
Mantenerse erguido, la coronilla en el cielo
Y la mirada al frente
Allá en el monte de palmeras flacas
Donde el río se empantana
Pero yo no había tenido una noche cualquiera
Me la había pasado tratando de dar besos
De todas las maneras
Y me había quedado casi siempre en los preliminares
Entre metáforas y hombros
Entre helados y alucinaciones
Chupando el aire y en el mejor de los casos un dedo gordo
Me la había pasado con la boca abierta
Ahuyentando búfalos con la lengua
Desde adentro, para afuera
Como un sapo cazador  
Tímido, desaforado
Antes, en el fogón, hubo canciones y vino espumante
Que habíamos traído de contrabando
Pensando en el futuro
Hasta que alguien alertó: ¿Escucharon esos ruidos?
¿Chacales, maestros, violadores?
Se generó un pánico oportuno
Que encontró solución en el amontonamiento
Dentro de las carpas nos dedicamos mil horas a entreverarnos
A trabar codos, a chocar tobillos, a acribillar luciérnagas
Ahí se dijo de todo, las gargantas a cuchillo
Se dijo: Zarpado, triste y amoníaco
Loco, choto, separación
Se dijo también: Trola, muerte y planetas
Algunos, olimos sangre fresca por primera vez
Otros simularon un sueño pesado
Nadie se atrevió a salir antes del amanecer
Por temor a los búfalos
Que inventados y todo
Dejaron sus excrementos al pie de las estacas
Entre tanto y para siempre  
Yo me había enamorado
Por eso me lancé al desierto así descalzo
Hirviendo como nata
Olvidado del tiempo
Desoyendo todos los consejos
Y en el centro de la nada
Todavía lejos de esas palmeras
Que engordan y enrojecen
Como demonios tropicales
Me convierto en una bola de tentaciones
Una bola azul, frívola, sentimental
Y me agarran unas ganas locas de escribir
Su nombre, mi nombre, todo lo que venga
Entonces, en este instante preciso y duradero
Me doblo, me acuclillo
Para recoger una rama del color de la arena, a rayas
Una vara que me guíe, me consuele
Me sirva de puntero
Pero no es rama ni arena lo que agarro
Me doy cuenta tarde
Sino una culebra, demasiado bien camuflada  
Que pasa de estática a frenética
Y se ata a mi mano como una lanza de goma y miel
La sacudida es tremenda, necesaria
Y ya no nos vamos a poder soltar
Aunque quisiéramos
Mientras que mi piel no se caiga entera
Y ella no cambie todas sus escamas  

viernes, 19 de octubre de 2012

Arrebatado


Ramiro Quintana cuenta la novela para ADN Cultura.


En Opendoor , su primera novela, Iosi Havilio urdía la historia de una mujer innominada -erigida en la voz narrativa-, quien, aun en el sopor frío que le había deparado la desaparición de su novia, se veía impelida a trasladarse, como empleada de una veterinaria, a una chacra del pueblo bonaerense de Open Door para asistir a un caballo enfermo. Allí, casi de manera silvestre, se organizaba un triángulo amoroso formado por Jaime, dueño del caballo y mandamás de la chacra, "un amante bruto, sin recursos"; por Eloísa, una adolescente "bruta, hermosa, elemental", que ponía a prueba sus dotes para el ejercicio de la seducción, y por la protagonista. No obstante, más allá de la trama y los personajes, lo que sorprendía de aquella novela era la prosa de Havilio que, sin renunciar a un laconismo esencial, conseguía poner de relieve una opacidad sugerente, fraguada en la práctica del escamoteo y en el desvío hacia la abstracción.
La referencia a Opendoor no es gratuita, por cierto, ya que esa novela tiene una continuación en Paraísos . Así, la línea argumental de la nueva novela de Havilio comienza a trazarse cuando, poco después del velorio de Jaime -cuya muerte ocurrió en un ridículo accidente vial-, la protagonista, que aquí también oficia de narradora, es desalojada de la chacra de Open Door. De modo que regresa a la ciudad, a Buenos Aires, con su pequeño hijo Simón, fruto de su vínculo con Jaime. Primero recala en una pensión del barrio de Pacífico; allí conoce a Iris -lo más parecido a una amiga, si cabe, que tendrá a lo largo de la novela-, inmigrante rumana de "una sensibilidad extraña, insondable" que trabaja en el zoológico, lugar en el que también empezará a trabajar la protagonista.

 Sigue por acá.

sábado, 13 de octubre de 2012

Extraña


Diego Zúñiga comenta Paraísos para Qué Pasa al otro lado de la cordillera.


Hace más de un año atrás, en estas mismas páginas, Gonzalo Maier escribía: “Hay talentos y talentos. El del escritor argentino Iosi Havilio, por ejemplo, es escribir novelas magistrales sin que nadie se dé cuenta. Ya lo hizo con Opendoor (2007) y ahora lo repite con Estocolmo (2010)”. Y ahora, cuando acaba de publicar Paraísos, podemos decir que ese talento está intacto.
La protagonista y narradora de esta novela no tiene nombre, pero nos empieza a contar su historia y no queremos que deje de hacerlo. Es su voz la que nos guía en un relato que comienza cuando atropellan a Jaime, la pareja de ella, y debe abandonar su casa en Open Door, junto a su hijo, y buscar un trabajo y un lugar en la capital argentina. Ahí comienza un viaje por un Buenos Aires salvaje, extraño, donde ingresa a trabajar en el zoológico y conoce a una serie de personajes algo monstruosos, oscuros, indescifrables, hasta que se reencuentra con Eloísa, la misma de Opendoor, la misma que la llevará hacia la locura.
En tiempos en los que la ficción está puesta en tela de juicio y pareciera que ya no basta con escribir una novela sin cuestionarse el ejercicio de la escritura o indagar en el cruce de géneros -como lo han hecho o lo hicieron Sebald, Foster Wallace o Coetzee-, Iosi Havilio nos entrega una novela que apela a contarnos una historia como lo hizo tantas veces Fogwill, por ejemplo, con una voz extraña, perturbadora, inolvidable.

lunes, 1 de octubre de 2012

Presentación





Paraísos de Iosi Havilio

 Junto a Fabián Casas 
y Romina Paula

Jueves 11 de octubre 19:00 hs.
Libros del Pasaje  
Thames 1762, CABA.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Alrededor de Paraísos


Por Leticia Pogoriles para Télam


Como una suerte de continuación de su novela "Opendoor", el escritor Iosi Havilio plantea en "Paraísos" una mirada más apacible y espectral a través de la misma protagonista, acompañada por su pequeño hijo, que explora los claroscuros de Buenos Aires y los vericuetos internos de quienes la rodean en su nuevo periplo.

Si en su novela anterior pone en foco la lujuria y el desenfreno de la narradora, en "Paraísos" (Random House Mondadori) prevalece la acción aparente, la inercia, la búsqueda del azar y la estrategia en un andar constante y errático donde los personajes viven "en un pequeño edén de bienestar", dice Havilio sobre los paraísos internos.
Tras enviudar en Opendoor, una localidad cercana a Luján, la protagonista treintañera de Paraísosvuelve a Buenos Aires con su pequeño hijo Simón, se instala en un hotel de Palermo y consigue trabajo en el serpentario del zoológico.

 A partir de esta serie de sucesos, en apariencia mansos, ella conocerá nuevas y extrañas personas, cambiará de vivienda, se reencontrará con su pasado más sórdido y encenderá una vez más, el motor de la supervivencia.  

 "Todos sobreviven, tengan o no, sean o no, estén o no", cuenta el autor sobre la narradora y todos los que la rodean: su alocada contraparte, Eloísa; el amigo-novio de ésta, Axel; su amiga rusa; el compañero de trabajo, Canetti y la "dueña" de un edificio tomado, la enorme Tosca y su deforme hijo, Benito. "Hay algo animal en cada uno de ellos", define en diálogo con Télam.

 El misterio solapado franquea la novela y Havilio intenta resolver el enigma social que encierra la ciudad: "es el paso para la ficción y tengo que encontrarlo para inventar otro mundo dentro de éste", pero también esa intriga se percibe "en el encierro de los animales, en su reproducción, en los árboles, en el sexo, en la falsedad de pasarla bien todo el tiempo en la ciudad y en cómo sobrevive cada uno de los personajes".

 Paraísos lo sorprendió a Havilio (Buenos Aires, 1974). "Cuando  estaba corrigiendo la novelaEstocolmo me vino a la mente algo de las serpientes y de la ciudad. Siempre me ha costado leer sobre la ciudad y más sobre esta Buenos Aires reconocible y cercana". 

"Venía amasando esto, empecé a escribir sobre serpientes, el zoológico, Plaza Italia, los árboles y a las 20 páginas me di cuenta que era la misma narradora de una secuela que no tenía en mente. Fue un proceso inconsciente, no me lo programé", sigue.

"Así esta novela me reconcilió con la posibilidad de indagar acerca de mi medio, que fue durante muchos años la ciudad", aunque siempre, admite, vuelven en su relato las huellas de una infancia en la quinta del abuelo en Pontevedra.

"Me caló hondísimo esa primera infancia y todos esos relatos son imágenes que funcionan como un explosivo chiquito que cuando lo sacudís un poco, puede disparar para cualquier lado", sugiere como esa vez cuando su papá le dijo que Opendoor era un pueblo donde los locos circulan libremente y "yo con eso me hice una fiesta durante 20 años".

 Pero el núcleo de Paraísos no es la ciudad extrañada y sus ámbitos tan disímiles y tan cercanos unos de otros, sino que en esa circunstancia se debaten otras cuestiones más epidérmicas. "Si hay algo que se pone en juego es la narración misma, el modo en que ella cuenta y no tanto lo que cuenta. Este libro es una cierta humanidad, es un modo de contar", resalta Havilio.

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viernes, 21 de septiembre de 2012

Un poco de Rock & Roll


Agustín Valle lee Paraísos y escribe para la revista Rolling Stone.

Paraísos de Iosi Havilio

En su tercera novela, el escritor porteño nacido en 1974, retoma personajes de la primera, Opendoor, en una historia que es un casi constante homenaje a la fatalidad. Empieza con la protagonista recibiendo el aviso  de que su marido y padre de su hijito murió atropellado en la ruta. Era un hombre mayor, y en el velorio ella es un ente que casi nadie de la familia de él siquiera saluda. Poco tiempo pasa en plena nada y desidia hasta que la echan de la chacrita donde vivía; resultó ser que no era de él realmente. Con mil quinientos pesos en  el bolsillo y la criatura a cuestas, llega no saber bien por qué a Buenos Aires, monstruo urbano. Recala en un hotel, pega una amiga rumana que la hace entrar trabajar en el zoológico (ella, la protagonista sin nombre, tiene rudimentos de veterinaria), donde otro empleado la lleva al edificio tomado donde vive, para que le dé inyecciones de morfina a una enorme y postrada mujer con cáncer terminal (Tosca, se llama); a cambio que le inyecte su calma diaria, Tosca le habilita un cuartucho para ella y su hijo: de nuevo acepta sin pensar, se deja llevar. En las casi trescientas cincuenta páginas que dura la novela, la protagonista apenas tonta una o dos decisiones, conmovedoramente nimias. Como si casi no fuera un sujeto sino un objeto vivo de las circunstancias, cuando parece que elige algo, en realidad es que deja caer para un lado o el otro de  una disyuntiva. 
Las víboras presas en el serpentario le traen pesadillas; "siempre hay una pizca de incertidumbre sobre lo que puede hacer una vida enjaulada": tal pareciera ser una idea motora y subyacente a la novela, que, rodeando a la protagonista -que de manera exasperante siempre prefiere callar y ver qué pasa- alza un paisaje lleno de tensiones en frágil equilibrio, un modesto panorama de acontecimientos potenciales. En eso, y en la perspectiva distante, como aturdida, como manteniendo sobre lo real el manto de duda que dejan los sueños, Paraísos tiene reminiscencias del cine de Lucrecia Martel. Aquí el entorno es netamente urbano; incluso el zoológico, la Reserva Ecológica, las plazas, funcionan como lugares de stand by, pausas en que el personaje descansa de la saña citadina. Nunca pasa de extranjera en todo sitio, pero, sin embargo, es precisamente su pasividad, su dejarse llevar, lo que convierte a esta mujer casi muda en su paseo arrastrado por las gentes y los bichos y las cosas en un elemento delator de los canales de pasiones y conflictos de la ciudad. 

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sábado, 11 de agosto de 2012

Paraísos, de frente y de perfil




De la melancolía al paroxismo: en esta dirección se mueve Paraísos. Comienza con el velorio de un viejo en un pueblo de campo y crece hasta un robo ebrio y desbocado en Buenos Aires. La historia tiene una protagonista que cuenta la desolación y los highs de la droga como una experiencia neutra, sin acentos. Quienes leyeron Opendoor de Havilio encontrarán nuevamente a las dos mujeres enigmáticas de esa novela. Lejanas, una por su indiferente inercia, la otra por su desenfreno sin método. Pero ahora recorren otros mundos: un edificio tomado, la mansión de unos burgueses judíos, Plaza Italia, el zoológico, la costanera. Sin embargo, Paraísos no es una novela de climas urbanos. En el mundo de la más absoluta actualidad, la novela narra prescindiendo del costumbrismo.Todo pasa por la voz de la protagonista y todo se asordina. Pasión y pasividad. Havilio encontró el tono justo y el registro atenuado para contar lo extremo. Paraísos transcurre en una irresistible normalidad fantasmal. 

Beatriz Sarlo 


Iosi Havilio agarra con las manos cada una de las sentencias que se escriben para domesticar a la literatura y las rompe contra su rodilla, en sus novelas está el relato puro, la voz extraña, ese trabajo invisible y esencial que sólo producen los grandes escritores.

Fabián Casas