jueves, 21 de agosto de 2014

Queso fresco


Al despertar los ojos le devuelven un blanco vivo, poroso, en plan de temblor. 
Un blanco sucio, inmenso. Coral y accidentado. Le va a tomar todo un minuto enterarse de que se trata de un pedazo de queso. Queso fresco de verdad. El embeleso y el desconcierto se apoderan como espuma de cada hemisferio de su cerebro. Aleja la cabeza, va y viene para hacer foco, y detrás del queso, por encima del queso, a través del queso, la cara de La Madre se vuelve nítida de a poco. Es una reconstrucción por capas finas... Esa mujer infinita que lo conoce desde la semilla, con sonrisa esquinada de coneja paciente lleva las manos debajo de la mandíbula y con movimientos lentos que administran el aire le pide calma. Tranqüilo, mueve los labios sin decir verdaderamente. Tranqüiiilo. Le reclama silencio racimando los dedos amontonados en la entrada de la boca para que coma. La Madre estaba de pie, se retiraba.

El Protagonista hizo lo que tenía que hacer. El sabor de ese queso consagrado por el recuerdo y las cracks le causaron un bienestar tan hondo y definitivo que le sucedió eso que sólo pocos experimentan a la luz del día. La bandeja de todos los verdes tenía dos platos iguales color salmón. Uno con el bloque de queso, el otro con las galletitas de agua. La madre lo había dejado solo para que el deleite, en la intimidad, se potenciara. Aunque hacía trampa espiando desde el umbral. Tranqüiiilo, le pedía calma... más calma. ¿Cuánta calma? 


Antes, con la conciencia en veremos, se había desvestido detrás del biombo pasando su ropa mojada de lado a lado. Suspensión de la mirada y en lo alto de la cómoda había visto la urna de cartón forrada de un punzó descolorido que había fabricado para celebrar La Vuelta de la Democracia. El Protagonista votaba dos o tres veces por día, no siempre las mismas boletas, más bien interpretaba voluntades, oraculaba. Un poco también fogoneando un candoroso fraude. Votaba a peronistas, radicales, al mas, al mid, a la ucedé. Al pi de Oscar Alende. Desmedidamente al pi. El recuento lo hizo el sábado previo a las elecciones y coincidió con los guarismos oficiales del día siguiente aunque sus porcentajes fueran mucho más exagerados. 

El queso, tanto queso, lo adormiló. La Madre lo cubrió con la manta a cuadros en la que él había empezado a reptar en tiempos de la lucha desigual, de la indiferencia. La misma, como nueva. A pesar de los vómitos, de los viajes. Todo lo suave que puede ser una colcha. Increíblemente suave. Pero no se durmió, permaneció en una semivigilia. La Madre lo llenó de libros, apuntes, colecciones enteras de revistas con celebridades. Al Protagonista le hubiera gustado agradecer pero ella seguía pidiéndole calma con un movimiento continuo hacia abajo. Calma y silencio. Para que no malgastara sus fuerzas vitales. Tranqüiiilo. Él olvidó las amenazas por un tiempo y habló durante horas de Su Profesor de Literatura sin decir "a".


Fragmento de La Serenidad

viernes, 8 de agosto de 2014

Las ganas de novelar

Aquí el texto que leyó Damián Ríos en la presentación de La Serenidad.

En La serenidad el Protagonista (el nombre del protagonista es El Protagonista); el Protagonista rompe con Bárbara y se apresta a vivir una aventura en viaje. El Protagonista, Bárbara (que es La Reina de la Noche), El Gran Otro, El Filósofo de Toda una Generación, La Hermana Unificada funcionan más como alegorías que como personajes, es decir, como ideas encarnadas que atraviesan y sostienen el relato.
Iosi Havilio publicó Opendoor, su primera novela (o la primera que pudimos leer) en 2006, por Entropía, una editorial local que se especializa desde 2004 precisamente en primeras novelas de autores argentinos de los que, sin mayores precisiones y por falta de un término mejor, en la industria llamamos “jóvenes”: “jóvenes escritores”. Por eso todos estamos atentos al catálogo de Entropía, que cumple esta función de decirnos qué y cómo se está escribiendo ahora, aquí. El catálogo de Entropía descubre y sigue escritores; es decir, es un mapa inestable que mete mano en el incesante ir y venir de inéditos y los convierte en libros, en literatura, y los somete al público lector. Opendoor era, es, una muy buena novela, y nos pasó lo que nos pasa en estos casos a los que por cuestiones personales y profesionales tomamos nota de las novedades: ¿cómo sería una segunda novela de Havilio?, ¿escribiría otra cosa, estaría escribiendo? Siempre vienen estas preguntas. Tenemos no diría miedo, pero sí morbo cuando leemos una “primera novela” de un “joven escritor”: imaginamos las cavilaciones y problemas del que, ahora que publicó, tiene que escribir más, publicar más. Esperamos un poco y en 2010 Mondadori avisó que Havilio seguía haciendo novelas, y publicó Estocolmo. Internacionalización de la edición e internacionalización del asunto de la novela bajo el hilo argumental del exilio. Bien, teníamos segunda novela. ¿Y ahora? En 2012 apareció la luminosa Paraísos, también por Mondadori. En esta tercera novela teníamos además una segunda parte o saga deOpendoor, hermosa, y Havilio nos decía que no sólo seguía escribiendo, progresando, publicando, lineal. Con esta pequeña Comedia humana de personajes recursivos Havilio mostraba que estaba pensando en la novela, en los problemas de la novela, en las posibilidades de la novela. 
La serenidad, su cuarta publicación, está dividida en capítulos cuyos títulos son argumentos, como en las novelas clásicas, como en el Quijote 
Sumados a los nombres alegóricos de los personajes, estos títulos parecen decirlo todo sobre lo que se está leyendo y se va a leer: pura claridad clásica. Entonces, los capítulos se abren en apartados que retoman, deformada, la lógica alegórica. En estricta mayúscula de nombre propio leemos: “Fin de Fiesta”, “El Sur”, “Sucesos argentinos”, “Basta de Imaginar!”, “Historia y Geografía”. Estos subtítulos poco descriptivos puntúan la aventura que El Protagonista se apresta a vivir como misterios. Si los títulos suelen empezar con “De como...”, los subtítulos interrumpen para preguntar: ‘sí, bueno, pero cómo’. Las peripecias del viaje de El Protagonista a veces lo ponen en ridículo, y el ridículo es un importante motor de la anécdota, que Havilio nunca olvida en ninguna de sus novelas. Pero no es menos cierto que aquí la anécdota no es lo único que importa, o mejor, ‘cómo, cómo es posible la aventura, la peripecia, la anécdota, la novela’ es en sí mismo un misterio en La serenidad. 
Prefiero pensar que esta es una novela sobre el arte de novelar, entre otras cosas, pero me interesa sobre todo ese aspecto. Está la mesita de novelar y sobrevienen las ganas de novelar, le gustaba decir a Fogwill: novelar, hacer combinatorias de palabras y situaciones y poner a andar los personajes, crearles un clima.
Y me parece que no invento esta lectura para esta ocasión; me parece que aquella tercera novela, Paraísos, que era la segunda parte de Opendoor decía que la preocupación por el arte de novelar era un insumo de la continuidad de la escritura de Iosi Havilio, sin renunciar a la novela misma. Cuando llegamos a aceptar que las novelas, los poemas, los cuentos y la televisión pueden ser una combinación de experiencia y costumbrismo, Havilio hace uso de su capital simbólico acumulado con un ritmo constante de publicación y nos propone la aventura de imaginar una novela; dice que la novela, bajo el estricto cuidado de las buenas frases, de las sentencias con fuerza de slogan y de las observaciones que le dan un verosímil, también es imaginación y misterio de la escritura. Y para esto vuelve de su periplo internacional a Entropía.
Hay humor y hay unas peripecias, hay un héroe y hay novela de esas en las que todo lo que pasa y vive ocurre dentro de las novelas, sin respetar convenciones que la novela misma no haya impuesto. Es decir que no tenemos nada afuera de la novela que nos distraiga de la novela misma, para eso leemos. El Protagonista rompe con Bárbara y se apresta a vivir una aventura que dura un día y cincuenta años: los tiempos que dura la novela, desde Tolstoi y Joyce.  Como en sus novelas anteriores, pero más programático, con La serenidad Havilio ofrece el resultado de una feliz discusión con los modos de novelar en el presente. Podríamos decir: he aquí la segunda primera novela de Iosi Havilio, publicada por Entropía.