viernes, 28 de septiembre de 2012

Alrededor de Paraísos


Por Leticia Pogoriles para Télam


Como una suerte de continuación de su novela "Opendoor", el escritor Iosi Havilio plantea en "Paraísos" una mirada más apacible y espectral a través de la misma protagonista, acompañada por su pequeño hijo, que explora los claroscuros de Buenos Aires y los vericuetos internos de quienes la rodean en su nuevo periplo.

Si en su novela anterior pone en foco la lujuria y el desenfreno de la narradora, en "Paraísos" (Random House Mondadori) prevalece la acción aparente, la inercia, la búsqueda del azar y la estrategia en un andar constante y errático donde los personajes viven "en un pequeño edén de bienestar", dice Havilio sobre los paraísos internos.
Tras enviudar en Opendoor, una localidad cercana a Luján, la protagonista treintañera de Paraísosvuelve a Buenos Aires con su pequeño hijo Simón, se instala en un hotel de Palermo y consigue trabajo en el serpentario del zoológico.

 A partir de esta serie de sucesos, en apariencia mansos, ella conocerá nuevas y extrañas personas, cambiará de vivienda, se reencontrará con su pasado más sórdido y encenderá una vez más, el motor de la supervivencia.  

 "Todos sobreviven, tengan o no, sean o no, estén o no", cuenta el autor sobre la narradora y todos los que la rodean: su alocada contraparte, Eloísa; el amigo-novio de ésta, Axel; su amiga rusa; el compañero de trabajo, Canetti y la "dueña" de un edificio tomado, la enorme Tosca y su deforme hijo, Benito. "Hay algo animal en cada uno de ellos", define en diálogo con Télam.

 El misterio solapado franquea la novela y Havilio intenta resolver el enigma social que encierra la ciudad: "es el paso para la ficción y tengo que encontrarlo para inventar otro mundo dentro de éste", pero también esa intriga se percibe "en el encierro de los animales, en su reproducción, en los árboles, en el sexo, en la falsedad de pasarla bien todo el tiempo en la ciudad y en cómo sobrevive cada uno de los personajes".

 Paraísos lo sorprendió a Havilio (Buenos Aires, 1974). "Cuando  estaba corrigiendo la novelaEstocolmo me vino a la mente algo de las serpientes y de la ciudad. Siempre me ha costado leer sobre la ciudad y más sobre esta Buenos Aires reconocible y cercana". 

"Venía amasando esto, empecé a escribir sobre serpientes, el zoológico, Plaza Italia, los árboles y a las 20 páginas me di cuenta que era la misma narradora de una secuela que no tenía en mente. Fue un proceso inconsciente, no me lo programé", sigue.

"Así esta novela me reconcilió con la posibilidad de indagar acerca de mi medio, que fue durante muchos años la ciudad", aunque siempre, admite, vuelven en su relato las huellas de una infancia en la quinta del abuelo en Pontevedra.

"Me caló hondísimo esa primera infancia y todos esos relatos son imágenes que funcionan como un explosivo chiquito que cuando lo sacudís un poco, puede disparar para cualquier lado", sugiere como esa vez cuando su papá le dijo que Opendoor era un pueblo donde los locos circulan libremente y "yo con eso me hice una fiesta durante 20 años".

 Pero el núcleo de Paraísos no es la ciudad extrañada y sus ámbitos tan disímiles y tan cercanos unos de otros, sino que en esa circunstancia se debaten otras cuestiones más epidérmicas. "Si hay algo que se pone en juego es la narración misma, el modo en que ella cuenta y no tanto lo que cuenta. Este libro es una cierta humanidad, es un modo de contar", resalta Havilio.

Sigue por acá

viernes, 21 de septiembre de 2012

Un poco de Rock & Roll


Agustín Valle lee Paraísos y escribe para la revista Rolling Stone.

Paraísos de Iosi Havilio

En su tercera novela, el escritor porteño nacido en 1974, retoma personajes de la primera, Opendoor, en una historia que es un casi constante homenaje a la fatalidad. Empieza con la protagonista recibiendo el aviso  de que su marido y padre de su hijito murió atropellado en la ruta. Era un hombre mayor, y en el velorio ella es un ente que casi nadie de la familia de él siquiera saluda. Poco tiempo pasa en plena nada y desidia hasta que la echan de la chacrita donde vivía; resultó ser que no era de él realmente. Con mil quinientos pesos en  el bolsillo y la criatura a cuestas, llega no saber bien por qué a Buenos Aires, monstruo urbano. Recala en un hotel, pega una amiga rumana que la hace entrar trabajar en el zoológico (ella, la protagonista sin nombre, tiene rudimentos de veterinaria), donde otro empleado la lleva al edificio tomado donde vive, para que le dé inyecciones de morfina a una enorme y postrada mujer con cáncer terminal (Tosca, se llama); a cambio que le inyecte su calma diaria, Tosca le habilita un cuartucho para ella y su hijo: de nuevo acepta sin pensar, se deja llevar. En las casi trescientas cincuenta páginas que dura la novela, la protagonista apenas tonta una o dos decisiones, conmovedoramente nimias. Como si casi no fuera un sujeto sino un objeto vivo de las circunstancias, cuando parece que elige algo, en realidad es que deja caer para un lado o el otro de  una disyuntiva. 
Las víboras presas en el serpentario le traen pesadillas; "siempre hay una pizca de incertidumbre sobre lo que puede hacer una vida enjaulada": tal pareciera ser una idea motora y subyacente a la novela, que, rodeando a la protagonista -que de manera exasperante siempre prefiere callar y ver qué pasa- alza un paisaje lleno de tensiones en frágil equilibrio, un modesto panorama de acontecimientos potenciales. En eso, y en la perspectiva distante, como aturdida, como manteniendo sobre lo real el manto de duda que dejan los sueños, Paraísos tiene reminiscencias del cine de Lucrecia Martel. Aquí el entorno es netamente urbano; incluso el zoológico, la Reserva Ecológica, las plazas, funcionan como lugares de stand by, pausas en que el personaje descansa de la saña citadina. Nunca pasa de extranjera en todo sitio, pero, sin embargo, es precisamente su pasividad, su dejarse llevar, lo que convierte a esta mujer casi muda en su paseo arrastrado por las gentes y los bichos y las cosas en un elemento delator de los canales de pasiones y conflictos de la ciudad. 

Posted by Picasa