domingo, 7 de diciembre de 2014

Somos plantas


El Protagonista sale al jardín equis décadas después. Lleva
una túnica blanca, una sábana prestada con salpicaduras de
fósil. Del mameluco quedan jirones de vida confundidos
con la piel. No está tan viejo como avejentado. Profundamente
deteriorado y solo, verdaderamente solo, no de esa
soledad esquemática que se fraguaba en El Pasado: solo,
solísimo, solo. Los avances tecnológicos superan cualquier
expectativa. Al Protagonista le restan otros doscientos años
de vida sin sobresaltos. La moda es la desintegración paulatina
del bólido social.

El Protagonista apura los seis escalones que lo separan
del nivel del mar. En otras partes el agua bate récords. La
buena onda expansiva de la explosión está haciendo milagros
en la fertilidad de los desiertos. Marte está cada vez
más cerca, Los Colonos se reparten las tierras sin vergüenza,
para tranquilidad de los humanoides de bien, La
Ultraviolencia garantiza la paz interplanetaria. Por lo demás,
ya nadie registra aquel peripatético fenómeno que
los antiguos intitularon “Capitalismo Tardío”. (...)

El Protagonista corre entre hologramas verdes, suspirando,
sin consuelo... ¿Qué fue de nuestro jardín? ¿Qué
fue del fresno, de las hortensias, del laurel y del nogal?
¿Qué fue del abedul, de las cañas, de las cortaderas?
¿Dónde cuelgan los helechos? ¿Quién se devoró las moras?
¿Y el cerco de aromáticas? ¿Dónde fueron a morir las
mentas? ¿Qué habrá sido de la glicina, del jazmín y de la
colección de cactus...? Ya no hay rastros del círculo de
malvones... ni de los lazos de amor... ni de la rosa china...
¡Qué haremos sin nuestro jardín!

La Serenidad, p 129/131