jueves, 30 de junio de 2011

Primeras páginas


I



Ahora, mientras espera que anuncien la salida del avión, René muerde su dedo medio deforme. El anular de la mano izquierda. Un dedo diferente, levemente elefantiásico, la yema abultada, coronado por una uña disminuida, en comba, difícil de cortar. Un dedo que por mucho que rasguñe, chupe o mordisquee, ya no va a poder cambiar. Va a ser siempre suyo. Podría amputárselo, en ese caso sería más suyo todavía. Antes, le pasaba seguido de soñar con ese dedo, como si no le perteneciera, en tamaño gigante, un ente autónomo, animado, un monstruo bueno dejándose observar. Porque los otros nueve dedos son sólo dedos, más o menos útiles, más o menos prescindibles. Dedos. Pero éste, por ser distinto, defectuoso, tiene pasado, remite inevitablemente a sí mismo, al corte, al accidente. Por eso, mordiéndolo, muerde más allá, se muerde entero. El recuerdo ya es pura invención y sin embargo aparece cada vez más vivo, exacto, definido. Una fracción de segundo le basta para evocarlo y otra para deshacerlo. Puede ver en un mismo pantallazo los siete cuadros congelados que encierran el episodio. Uno: la corrida por los fondos de la casa, mareado como un trompo, ebrio por el juego, escapando de alguien, otro chico, mayor que él, aunque no tanto, que en la persecución lo hace trastabillar y reírse mucho. Dos: salta una tapia sucia, oxidada, también un cerco, y entra en una casilla vieja con olor a mierda reseca, el escondite perfecto. Tres: espía, un ojo cerrado, el otro asomándose por un hueco que se abre entre los listones de madera, la sombra del chico merodea, arrastra los pies formando una breve nube de polvo. Cuatro: sus dedos, los de la mano izquierda, como pasa un minuto largo sin que el otro dé señales, se aferran por instinto al marco de la puerta, justo sobre las bisagras, justo cuando el chico está por abrir, de una vez, brutalmente, nunca sabrá si con maldad o no. Cinco: el filo de la puerta se ensaña con el dedo, rompiéndolo, torturándolo, como una hélice desbocada que da vueltas, vueltas, y más vueltas, sin parar. Seis: igual a un gigante herido, o pudoroso, toda la atención la ocupa su dedo envuelto en un pañuelo blanco con flores amarillas bordadas en el centro y en las esquinas que en el tiempo que dura la carrera al hospital la sangre va tiñendo de rojo. Siete y último: la salida de la clínica, primera muerte y resurrección, ya nada importa salvo la falda larga de su madre que sigue de cerca, rozándola con el brazo, el hombro y el dorso de la mano, casi sin intención, que le marca el camino llena de promesas de cuidado exclusivo. Así es, más o menos, el recuerdo que se inventó y que repite sin querer de tanto en tanto.

ESTOCOLMO, 2010

Vía Boomeran(g)

martes, 28 de junio de 2011

Chilsueco

Por Rafael Ruiz Moscatelli via La furia y la nada

No sé quien es Iosi, debe ser su seudonimo, lo publicaron en Caballo de Troya, que es como las juveniles de Random House, bajo, no sé si todavía, la batuta editorial de Cosntantino Bertolo, nombre imposible de twitear, retomo, si no me pongo yo como tema, no es la intención, Iosi es un narrador de origen chileno y que al parecer vive más en Suecia que en ninguna parte, es su segunda novela, la primera es Opendor. Bueno, pero esta: Estocolmo, es un paisaje del alma de un emigrante que vuelve a su país, en este caso Chile, cae en Santiago, la capital, viaja a Concepción a ver a su madre y hace aquí todo lo que hace en Suecia, es lógico, el ha pasado tiempo allá, ha labrado sus preferencias, incluídas las sexuales, ama a una pesadilla de origen servio, que tienen contra los servios siempre les tocan lo peores papeles, un gran pueblo con sus dosis de maldad como todos los que las pueden expresar, de lo cual no se salva ningún país. Volvamos, Iosi mira su origen sin saber que es, eso me pareció extraordinario. Lo seguí por lugares conocidos gozando su distancia, desde donde iluminaba rincones de mi ciudad muy vistos, requete vistos, casi en desuso, aburridos, trágicos, sin gracia y sin embargo atados a nuestras vivencias. Los personajes de Iosi son desolados de si mismos y eso marca una narración, llena de otros detalles, que salvo en lo sexual, uno podría eliminar, sin embargo el autor obliga a leerlos, esa es su gracia, uno lo lee. Y lo seguiremos leyendo. No sé donde se compra, a mi me lo pasó hace un tiempo Pablo.

viernes, 24 de junio de 2011

Poc lògica

Por Carles Cortés

Tot i el títol, la novel·la transcorre majoritàriament a Xile. Estocolm és tan sols el punt de partida del viatge. Un pretext per tractar dos temes ben sensibles en aquella societat com són el colp d’estat de Pinochet del 1973 (l’autor és nascut el 1974) i les condicicions de vida del país, tot abordant la situació de l’homosexualitat. La història ens situa enmig de l’anada i la tornada d’un exiliat xilé que té terror pels vols, un temor que aporta, de manera irònica i al mateix temps inversemblant la desfeta final, per cert, amb un avió que cau del cel…

La novel·la esdevé irregular, especialment en la descripció dels ambients xilens. Es perd l’interés del lector per una relació prescindible d’anècdotes i d’imatges. Potser perquè l’autor només esmenta diversos temes on enquadrar l’acció dels personatges però no els desenvolupa. Així, el pretext usat, el retorn de René, el protagonista, 30 anys després per trobar-se una doble herència del passat, esdevé una mica forçat. D’una banda l’absència d’una mare reclosa en una llar d’ancians; d’una altra, la persecució d’un jove amant serbi, tèrbol i violent, que també es resol de manera ben poc lògica.