domingo, 26 de mayo de 2013

Instrucciones de uso


Singulares paraísos
Instrucciones de uso en el zoológico de la existencia

Por José Gimenéz Corbatón para El Norte de Castilla de Valladolid 11/5/13

La protagonista de esta nueva novela de Iosi Havilio toma un baño y observa y reflexiona de este modo mientras lo hace: "A la altura de la jabonera empotrada en la pared hay una fila de azulejos no amarillos como los demás sino con figuras esmaltadas. Pájaros blancos y negros que se repiten en simetría. Los pájaros negros están junto a una jaula vacía, los blancos aparecen siempre detrás de rejas. Así toda la vuelta, negro libre, blanco enjaulado, negro libre, blanco enjaulado. Alrededor de la canilla hay dos jaulas de oro, una abierta, la otra no. Las interpretaciones son infinitas. La primero que se me ocurre es que arrojado al mundo exterior, el pájaro oscuro, antes una paloma blanca, se tiñó del color de la corrupción. Pero también podría ser que el pichón de cuervo se resguarda en su plumaje para ahuyentar los males. En cuanto al otro, símbolo de virtud y paz, lo más obvio es pensar que conserva la blancura gracias al encierro. Aunque también se podría especular que sufre un castigo por aferrarse a la falsa pureza. Una moraleja básica pero universal sería que unos y otros, libres y cautivos, fuertes y débiles, cándidos y perversos, terminan desapareciendo sin remedio. No sé".
La cita es larga, pero creo que sirve como muestra del principal mérito de 'Paraísos': resume la visión del mundo que se desprende de esta novela; y ejemplifica la construcción de una voz en presente narrativo que cautiva al lector de manera progresiva, que posee una fuerza de atracción que no requiere en momento alguno la acentuación de los recursos dramáticos ni el empleo de efectos fáciles destinados a crear expectativas o tensiones que lo mantengan en vilo. Y, en cambio, la vida cotidiana de la protagonista nos atrapa. Es cierto que parte, desde la primera página, de una circunstancia adversa, trágica en principio: el padre de su hijo, con el que vive en el campo desde hace varios años, y con el que mantiene una relación sentimental en declive, muere en un accidente de carretera más bien absurdo. Con el escaso dinero de que dispone, y su hijo de cuatro años, se dirige a la gran ciudad dispuesta a afrontar la nueva situación. Encuentra trabajo en un zoológico: los animales jugarán un papel simbólico importante a lo largo de toda la narración. La mujer preservará su independencia, sobrevivirá con tesón, de un modo paradójico: no ofreciendo resistencia a lo que el devenir cotidiano le sitúa frente a los ojos. Es un ser que toma decisiones a medida que el azar o quienes la rodean se las van ofreciendo o mostrando. Su modo de sobrevivir consiste en dejarse llevar, pero agudizando la reflexión en torno a cada paso que asume. No teme la soledad, se encuentra bien en ella. Nunca está sola en la medida en que vive en si misma. Indaga en un yo intimo que acaba resultando un 'Otro' que, camuflado, guía sus pasos: "Existe alguien que vive dentro de mí como si yo fuese su casa", medita hacia el final de la novela.
El medio en el que subsiste está poblado de marginalidad. Es una Argentina empobrecida, sumida en la crisis social y de valores: viviendas ocupadas, traficantes de drogas, una enferma desahuciada, una amiga arribista y sin escrúpulos, pero dulce, su perfecto contrapunto, del que no puede separarse, emigrantes alejados de sus raíces, seres en la frontera de la normalidad... El novelista teje un universo en el que las grandes palabras han perdido sentido, no sirven ya para orientar las vidas: ahora bien, la ayuda mutua sobrevive, la complicidad de los débiles. Nociones como solidaridad, en su boca, resultarían hueras. Pero nadie se niega a compartir la miseria, un instante de conversación, la sonrisa dificil. Una vez más son los animales los que ayudan a definir la realidad, y no precisamente los más estimados por los humanos: "Piojos, pulgas, chinches. Formas de vida, en términas planetarios, perfectamente igualables a la nuestra".
'Paraísos' es una novela muy bien escrita; su prosa requiere un esfuerzo de elaboración que el novelista ha logrado con dificil equilibrio: se trata de una voz interior coloquial, que describe el mundo a través de una lengua llana de sintaxis y voces usuales en Argentina que al lector español le sorprenderán, pero que, a mi juicio, enriquecen y suenan naturales y necesarias, pese a la extrañeza. No era fácil dar con el tono justo para contar lo extremo, como elogia la crítica Beatriz Sarlo en la solapa del libro. A mi juicio, Iosi Havilio lo ha conseguido plenamente. 'Paraísos' es una novela que trasciende el mero realismo, aunque haga uso de él. Tampoco es la crónica de una desesperanza, como en muchas de sus páginas lo hace presentir. Supone más bien la de una supervivencia: nunca sabemos lo que las relaciones humanas nos deparan: "Me cuesta creer que vaya a empezar una vida nueva", concluye la narradora a la hora de dejarnos.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Entretien


Aquí el audio a la entrevista para RAE junto a Magdalena Arnoux.

Considéré comme l’une des voix les plus originales de la littérature argentine actuelle, Iosi Havilio vient de publier son dernier roman, Paraísos (Mondadori).

Déjà en 2006, avec la parution de Opendoor (Entropía), il s’était fait un nom et un public, grâce à des personnages troublants qui nagent, comme si de rien n’était, dans un monde de pure incertitude et étrangeté. Dans sa visite à RAE, il a fait le tour d’horizon de ses romans, et c’est d’ailleurs sur le premier d’entre eux qu’à porté le début de l’entretien.

En 2010 est paru Estocolmo (Mondadori), un récit d’une toute autre nature mais où l’on retrouve cette zone étrange où passé et présent s’entremêlent au sein d’un amour fou que le personnage central recherche autant qu’il fuit.

Et finalement, fin 2012, est publié Paraísos où l’écrivain revient sur le personnage d’Opendoor que le lecteur retrouve quelques années plus tard. Le contexte est tout autre -un zoo, un enfant, une pension au centre ville, une amie russe qui cherche elle aussi son destin- tout comme l’a été le pocessus d’écriture.

Iosi Havilio évoque, pour terminer, son trajet, sa formation d’artiste, en contestant partiellement les propos d’une célèbre critique littéraire qui le plaçaient comme un écrivain “venu de nulle part”.  Et d’expliquer le rôle de la musique dans sa manière de concevoir ses livres.

 

miércoles, 15 de mayo de 2013

viernes, 3 de mayo de 2013

Un ámbito de libertad


Ma. de los Ángeles González lee Paraísos y escribe desde Uruguay para El País Cultural.

Esta tercera novela de Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974) retoma los personajes de la primera que dio a conocer, Opendoor (2006) y se impone con la misma fuerza. En medio, ha publicado Estocolmo (2010), y su obra viene siendo percibida como una renovación de la narrativa argentina. Beatriz Sarlo opinó sobre Opendoor: "Esta novela [tiene] algo que me sorprendió. No obedece a ningún sistema de lectura. Parece salida de la nada". Algo así ocurre con la narradora de Paraísos: también parece salida de la nada; no tiene nombre ni historia, unas pocas referencias a un pasado cercano ofrecen las mínimas pistas que permiten que el lector pueda armar el personaje, aunque no conozca la novela previa. De cualquier modo, la estrategia narrativa obedece al despojo y quien lee debe aceptar el despliegue de un relato desde un punto de vista que deja muchos huecos, sin llegar siquiera a la intriga; apenas pueden acompañarse los acontecimientos que van viniendo sin explicación y casi sin intervención de la voluntad ni la iniciativa de la protagonista.
Lo más impactante es la impasibilidad con que se narran los hechos y se presentan los personajes, desprovistos de valoración moral o afectiva alguna, empezando por el eficaz relato crudo de una muerte y el correspondiente velorio que abren la novela. A partir de allí, la vida de esta mujer joven con su hijo pequeño se va contando, de igual modo, sin emociones ni patetismo, tomando como centro la supervivencia cotidiana, la búsqueda del alimento, el mantenimiento de la vivienda arruinada, hasta que pronto se ven impelidos a salir del dudoso paraíso campestre de "Opendoor", para deambular en busca de lo mismo: techo y comida.
Un cuarto de pensión en la periferia de Buenos Aires, una unidad destartalada en un edificio ocupado, serán los lugares provisorios adonde se va trasladando este hogar que forman madre e hijo, quienes, en su desamparo, son capaces aun de acoger a otros más solos y desamparados.
La casi indiferencia frente a la adversidad y frente al dolor de los otros, la aceptación de un pasado al que no se piden cuentas ni se reclama ante ninguna de sus posibles injusticias, la falta de rebeldía aun en la conciencia del engaño y la explotación, van configurando la acción de la protagonista por medio de una especie de pragmatismo pasivo, cuya clave es el ahorro de esfuerzos en una lucha por la supervivencia basada en la adaptabilidad.
Un submundo que podría parecer pesadillesco si no se pareciera tanto a algunas zonas de la realidad, da estatus novelesco a un Buenos Aires suburbano, donde campea la fealdad, la sordidez y la pobreza, donde los personajes transitan entre los trabajos precarios, el tráfico de sustancias ilegales y las mil y una formas de aprovecharse de otros. Si se destacó en Opendoor la fuerza del erotismo, en Paraísos el deseo está ausente (apenas algún sueño lésbico perturbador y un beso que busca más alejar la soledad interior que acercar los cuerpos), la apatía sexual y la impotencia son más visibles que los gestos exhibicionistas en supuestas orgías que acaban en desastres, con mucha droga, alcohol y violencia, y escaso placer.
A pesar de la austeridad de la prosa, el conjunto permite percibir más de una metáfora: la protagonista trabaja en un reptilario y, al igual que en la vida social, debe aprender sobre las conductas de esos animales rastreros para adaptarse; cada noche combate el insomnio calcando una parte de la imagen de la serpiente enroscada hallada en un viejo libro de zoología que también estudia, y la figura de esa serpiente cierra el libro de Havilio. Más allá de la acomodación a entornos que ofrecen frágiles seguridades, los únicos paraísos que aparecen son los árboles que pueblan las calles suburbanas y también estos esconden un fruto envenenado, aunque debe admitirse que el final ofrece una apertura insospechada hacia un ámbito de libertad.