lunes, 5 de noviembre de 2012

Sobre la desmesura y la apatía



Alejandro Armentía reseña Paraísos para El Taller Cultural


En Paraísos, Iosi Havilio da continuidad a un tono, un procedimiento narrativo y una historia que hace unos años ya había determinado el éxito deOpendoor, su primera novela publicada en 2006 que recibió, entre otros, los honores de Beatriz Sarlo.
Narrada en primera persona, Paraísos cuenta, a través de 36 breves y llevaderos capítulos, la historia de una joven que queda viuda y, al ser desalojada de su casa en la que vivía junto con su pequeño hijo Simón en Opendoor, decide mudarse a la capital.
Allí la protagonista, de la cual no sabremos su identidad, recomienza su vida a través de un azaroso peregrinar: consigue trabajo en el reptilario del zoológico; se aloja en un edificio tomado -el Buti- regenteado por dealers, travestis y Tosca, un singular personaje que padece de cáncer y tiene un hijo deforme. Todo esto sin mayores sobresaltos, sin pasiones o emociones y sin ambiciones, expresado en la voz de un narrador indiferente ante los acontecimientos mundanos y también ante los excepcionales: “Me siento un fantasma”, dice.
La inexpresiva joven, sumida por momentos en reflexiones inconclusas, mantiene una pasiva relación con el mundo que es interrumpida a partir de los encuentros con la irreverente Eloísa, un personaje más enigmático que certero con quien tiene un pasado compartido en Opendoor, y con el que mantiene una relación ambigua.
La protagonista -con más apatía que consciente complicidad- se sumerge en estados lisérgicos a base de alcohol y marihuana, llevada por la incontenible personalidad de su amiga, que la empuja a cometer todo tipo de desmesuras.
Paraísos -tercera novela de Havilio- es una historia en tránsito: desde la ruralidad de Open Door a los márgenes de una ciudad selvática que, desde la mirada del narrador, está habitada por árboles y animales, más que por edificios y personas. La joven protagonista, ex estudiante veterinaria, repasa cada noche un libro del zoólogo Albertus Seba y dedica su insomnio a calcar una serpiente, o se detiene a contemplar el reptilario del zoológico donde trabaja, o es acompañada por Canetti, que le describe los árboles que visten la ciudad. Pero entre los catálogos de animales y plantas, en Paraísos lo que asoma, en paralelo, es un gran bestiario de personajes solitarios y desdichados.
Iosi Havilio parece consolidar un estilo original que, con sutiles reminiscencias arltianas, se nutre de la otredad que habita en los márgenes de la urbe. Con un tono gris pero directo, el autor recupera las manifestaciones de un espíritu costumbrista teñido por los tiempos actuales.