La Serenidad (fragmento)
El Protagonista se había arriesgado desplazándose al centro de la avenida para admirar su obra desde el llano. Y hoy, como nunca, su Yo Pequeño de allá arriba se esmeraba, para congraciarse. Fue entonces que vio cómo en el aire infinitos aviones de distintos tamaños, colores y espesor formaron como por arte: Tres Leones (dos despiertos, uno dormitando).
Pero no Tres Leones al azar, elegidos en la jungla porque sí: Tres Leones con sentido, modelando sus melenas para darse a conocer, Tres Leones que lo nombraban guturalmente, entre rugidos Lo nombraban, Tres Leones que lo saludan con sonrisas, aunque el soñoliento lo haga a regañadientes; la boca se le cae tarde, no hay tiempo para el asombro, estos Tres Leones están más allá de la destreza, esas melenas existen, esos colmillos lustrados lo interpelan, conocen bien El Catálogo de Sus Virtudes, Defectos, Vicios, Callos, Horrores Semanales, Lo saben de memoria, Lo vieron mirar las estrellas estúpido como pocos, emocionarse con canciones cerca de fin de año, abrazarse con desconocidos en la playa, gozar en el reviente, decir barbaridades; lo saben tuerto, payaso, adorable y muerto, podrido de romanticismo; Tres Leones perseverantes, que llevan adentro toda su hermenéutica: La Nada, La Casi Nada y otra vez La Gran Nada: lo vieron broncearse las heridas en la plaza seca de los artesanos, llorar por los pasillos de un hospital de paro, plantarse insolente frente a Un Compositor y no salir airoso, saben que un perro de chicas bien le meó el hombro mientras tomaba sol y él no supo pronunciarse, jugó el juego de la naturaleza, estuvieron cerca suyo la tarde que estrelló un gato contra la pared porque no toleraba más esos maullidos dictados por su conciencia, con pala y escobilla recogieron sus restos la noche que dijo: ¡Ésta es mi debilidad...! Merodearon la manzana los días que pasó internado: la panza un hervidero de renacuajos en la sala más soleada del mundo: embarazo múltiple y psicológico. ¡Cuánto lujo en el ajuar del dolor! Y su primogénito, blanco y rojo, apéndice de inmaculada concepción, los mismos ojos, la misma naricita... hubiera querido ser madre de trillizos... y la madre de su padre y el padre de su madre... ¡Filipino por tres noches! Pero no lo juzgan ni lo desprecian, saben perdonar. ¿Cuántas veces lo vieron feliz? Verdaderamente feliz, pleno, satisfecho de todo. ¿Siete? ¿Once? ¿Treinta y seis? Las estadísticas varían al ritmo de los criterios. El cuadro se pone en movimiento. Estos Tres Leones que son su creación le muestran ahora sus fauces abiertas de par en par, los ojos dulces, pícaros, terriblemente cómplices como diciendo: Los trenes no pasan dos veces cargados con el mismo néctar...
La suite en The Buenos Aires Review
Trad. al inglés por Andrea Rosemberg