sábado, 28 de septiembre de 2013

Tercer asalto


Luis Alonso Girado lee Paraísos y escribe para Diario de Ferrol (8/9/2013)

Valga el símil boxístico
para una novela de un argentino,
no en vano el Luna Park fue escenario de míticos
combates en la cosmópolis bonaerense.
Y valga no por el asunto de Paraísos
(Mondadori, Caballo de Troya, 2013),
sino por el ordinal
de su novela, la tercera tras
Opendoor (2009) y Estocolmo
(2010), esta última, una decepción.
Por fortuna, Havilio ha conectado
con los cabos sueltos de
Opendoor y ha logrado con ambas
un díptico narrativo muy personal,
raramente personal a todos
los efectos, ahondando en una
franja social de la vida argentina
que habita un territorio fronterizo,
de extrarradio o arrabal, entre
campo y urbe; un espacio híbrido
de supervivencia. Paraísos resulta,
así, un título irónico e incluso sarcástico
que discurre por los aledaños
del Buenos Aires provincia, no
urbe.
En Paraísos es la geografía narrativa,
hosca y abigarrada, un eje
central, sometido por el escritor a
un puntual y minucioso descriptivismo,
a una escrutadora y cerca-
na cámara. Anotemos también,
entre lo fundamental, la lucha por
la vida de la pareja madre-hijo y,
de paso, la humanidad, a veces lacerante
y desgarrada, marginal y
en desarraigo, del grupo de personajes
que nos sale al paso en un
opresivo mundo barrial acosado
por la precariedad, por la dureza
del día a día y por el violento contraste
de la delincuencia instalada
en la droga y en las peores pautas
del consumismo.
La historia enlaza retazos de un
deambular, de una búsqueda, de
un afán de ir tirando. Y el empeño
nos llega en primera persona, desde
la voz neutra de la protagonista,
forjada en vencer la adversidad,
en no venirse abajo, en vivir
como se puede. En general los
personajes, bien individualizados,
muestran una autenticidad humana
tan convincente como áspera,
aspereza que nos llega a través de
un contar neutro, objetivo, como
frío y hasta indolente. Un vitalismo
encarnado en cotidianeidad,
en un registro expresivo elemental
y entreverado de jergalismos, tiñe
de un gris sucio este mundo que,
pese a todo, palpita, no sin algunos
estertores.
Iosi Havilio es una de las cabezas
visibles de la actual y nueva
narrativa argentina, menos estilizada
y aristocrática, para nada
fantástica, desideologizada. Una
literatura de un exacto verismo,
atenta a los ángulos sombríos del
vivir, a la crónica de las hazañas
diarias del ir tirando, en un estrato
lindante con los núcleos villeros
que han ilustrado César Aira o los
autores de la novela negra argentina
y alguna joven escritora. Los
paraísos, aquí, tal vez no son infiernos,
pero sí de migajas, efímeros,
teñidos de cierta sordidez,
como círculos infranqueables.
Buena novela (a la vez existencial
y social, sin el lastre de la consabida
retórica ni explícitas concesiones
intencionales) que nos vuelca
la vida sin trampas, con el parpadeo
de alguna débil luz de cuando
en cuando. No se escribe bien sin
esfuerzo. Paraísos parece evidenciarlo.