Por Rodrigo Pinto
Para El Mercurio 2/4/11
Iosi Havilio nació en Buenos Aires en 1974 y Estocolmo es su segunda novela. La primera, Opendoor, apareció en 2006 y, aunque casi secreta, lo puso en el ojo de los que se precian de descubrir tendencias. Así las cosas, nada de raro que Havilio haya pasado a un sello de alcance masivo y que su libro se venda en Chile. Y aquí viene lo paradójico: salvo una breve y entusiasta nota en la revista Qué Pasa, no ha habido más referencias. Porque no sólo se vende en Chile, también transcurre, mayormente, en Chile, el protagonista es chileno y Havilio escribe una novela chilena que toca dos teclas muy sensibles: el quiebre democrático en 1973, el exilio y el regreso, por una parte; y, por otra, el homosexualismo y sus condiciones de vida. Y aunque el lenguaje a veces rechina y cruje, porque, por mucho que haya investigado, a Havilio se le cuelan usos que no corresponden a los hábitos locales, y aunque el Santiago que dibuja suene a ratos fantasmal y desconocido para un chileno, también es un Santiago posible que se reconoce más bien en el clima espiritual, en esa chatura impasible de los pasajes del centro, que en las tiendas de chucherías o en las discotecas que Havilio incorpora a la trama.
Pero lo más curioso de todo es que la novela sólo enuncia esos temas o, más bien, los sitúa como el marco para otra cosa, para una novela que nunca se sabe bien hacia dónde va y que por lo mismo no deja de sorprender hasta el final, un final impresionante y enloquecido que parece suspenderlo todo. Es que René, el protagonista, vuelve a Santiago 30 años después, pero casi por casualidad, sin proponérselo, sin buscarlo; y en ese regreso debe afrontar la doble herencia de su pasado, el que quedó en Chile (su madre, recluida en un hogar de ancianos en Concepción), el que lo persigue desde Estocolmo (su amante serbio, joven, turbio, violento e impredecible) y su miedo a los aviones, que puede simbolizar también el pánico ante el movimiento y la emergencia de lo inesperado. ¿Y su exilio? Es menos relevante, porque también es parte de la manera en que el destino toma decisiones por él. Con esos elementos, Havilio construye una gran novela, cuidada, a ratos hipnótica en ese errar entre la biografía convencional y el asalto permanente del azar a nuestras convicciones, temores y creencias.